YANELYS ENCINOSA CABRERA: ESA POSIBILIDAD DE FUNDAR POR LA PALABRA

Yanelys Encinosa es una abeja. La miel del arte, que endulza y cura, es el objetivo de su labor incesante. Es hija, hermana, esposa, amiga y madre amorosa. Es ensayista, guionista, organizadora de eventos, editora y otras muchas labores relacionados con la escritura y la labor promocional. Trabaja arduamente, asume riesgos, sueña con necesarios proyectos, aúna voluntades en torno a ellos y defiende sus anhelos tercamente, pues está convencida de que lo bello es útil. Confía en la inspiración y la perseverancia, en el poder del amor y la palabra. Su presencia casi ubicua en la vida literaria cubana es garantía de calidad y calidez. Los jóvenes la secundan, e igualmente los no tan jóvenes , porque encontramos en ella a la persona ideal para compartir y comprender nuestras utopías. Yanelys es, ante todo, poeta. No solo porque escribe versos, sino porque lleva en sí la marca fiel de quienes buscan a toda costa la belleza para, una vez encontrada, darla a los otros generosamente. Y, como nuestro Apóstol, cree «en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud».

 

La poesía como expresión escrita de la sensibilidad, ¿cuándo aparece en tu vida?

Desde la escuela primaria intentaba componer estrofas en ocasión de fechas significativas, como ejercicio de clase o para algún concurso. Y aunque alguno alcanzó premiecillos escolares, no pasan de ser meros intentos infantiles por cumplir con la tarea.

Fue en el preuniversitario cuando el influjo de mi profesor Cirilo González (en paz descanse), a quien recuerdo con mucha gratitud, me llevó a encontrar en la lectura de poemas de César Vallejo, Pablo Neruda, Oliverio Girondo... un verdadero deleite, y luego a descubrir la necesidad de desbordar en versos mi sensibilidad. Versos que no son publicables, y que nadie leerá, fuera de las amigas cercanas a quienes se los mostré entonces, pero los recuerdo con el grato pudor de saberlos el origen, de encontrar en ellos el candor de un descubrimiento deslumbrante, aún sin pies listos para andar.

En la universidad la carrera de Letras me impuso la visión crítica, y la aplicación del estudio en la disección del texto literario, un oficio que en su momento castró un poco la libertad de la escritura poética, pues ante aquel maremágnum de lecturas, ante aquellas voces descomunales que comenzaba a descubrir, qué quedaba por decir. Apenas me atrevía a mostrar tímidamente algún texto a unos pocos amigos cercanos; sin embargo, ese aprendizaje formó un sedimento necesario que serviría de pasto para luego. Incluso, la elección de temas para los trabajos de las asignaturas mostró síntomas de mi inclinación hacia la poesía desde la lectura analítica, los abordajes ensayísticos e investigativos, que nutrirían también la creación lírica. Algunos de los poemas de entonces serían recuperados más tarde y formarían parte de mi primer cuaderno publicado.

Mi interés por la poesía como necesidad expresiva se consolidó cuando, recién egresada de la licenciatura, inicié mi adiestramiento laboral en el departamento de Creación Literaria del Centro Cultural Dulce María Loynaz. Allí tuve la dicha de tener como colega al poeta Roberto Manzano, en quien he encontrado un padre espiritual y un maestro que nutría diariamente mi conocimiento poético. De la más sencilla pregunta ganaba como respuesta, desde su sencillez y humildad natural, una conferencia magistral sobre el sentido de la poesía o de la vida. Trabajar en el mismo espacio junto a autores con una obra consolidada y a quienes admiro: Edel Morales, Jesús David Curbelo, Basilia Papastamatíu, Daniel Díaz Mantilla, Teresa Fornaris, Karel Leyva; encontrar la hermandad en Ana Núñez González, Zurelys López Amaya; conocer gracias a la labor cotidiana a un número considerable de intelectuales, tanto consagrados como noveles; y máxime, habitar una casa iluminada por el influjo de Dulce María Loynaz; constituyó el caldo de cultivo ideal para que toda esa sensibilidad que venía removiendo tejidos desde los días universitarios tomara forma y germinara, justo en una etapa de florecimiento en que comenzaba a experimentar el regalo de la maternidad. De tal modo que aquel primer libro significó la gestación de una nueva etapa en mi vida.

 

Unos creen el acto de la escritura como debido a la inspiración, otros al diario acercarse a la página en blanco. ¿Cómo lo ves tú?

Coinciden en mí los dos modos de verlo, según el tipo de escritura del que estemos hablando. Puedo decir que experimento el reto de acercarme continuamente a la página en blanco, como ejercicio de la voluntad y el intelecto cuando se trata de la escritura en prosa, que en mi caso es el ensayo, la reseña, el artículo o la investigación literaria; también en la escritura del guion televisivo. Puedo mentalmente disponerme a sintonizar el pensamiento con la necesidad de abordar determinada cuestión intelectual que me haya planteado, y luego de ejecutado el proyecto, es decir, vertida la idea en la página, y tras varias revisiones, sentirme satisfecha con el resultado. Sin embargo, con la escritura poética es diferente. Para ella requiero de un estado especial, quizás lo que algunos llamarían inspiración. No basta con poner el despertador para levantarme en la madrugada y café en mano traducir pensamiento y sentimiento. Me es imprescindible ese destello de gracia en el que la idea ilumina de golpe y conmina a anotarla en lo primero que encuentre a mano, y una vez arrojada afuera, como un parto, así prístina, virgen e incompleta, aplicar el pulimento, la vestidura de la técnica, ejecutar con las herramientas del ejercicio literario lo que será el producto final, el poema. Cuando he intentado escribir poesía por encargo he fracasado. Pues en mí la escritura poética parte de una motivación de la sensibilidad, de la necesidad y el impulso del espíritu, de una fibra que solo una vez removida por el espíritu podrá ser tocada por el intelecto para moldear la palabra como vehículo.

 

¿Qué poetas constituyeron o constituyen referentes para tu escritura?

Aparecieron en determinadas etapas de mi vida y luego han permanecido: César Vallejo, que me marcó profundamente desde las lecturas preuniversitarias y durante los estudios en la facultad de Letras; José Martí, a quien descubrí como una voz primordial cuando Ana Cairo Ballester, mi profesora de Estudios Martianos en la universidad, me conminó a leer su poesía, y esta me curó de un golpe el mal influjo que habían causado en mí las inyecciones ideológicas que desde niña viciaron mi imagen del Apóstol, a quien veo hoy más allá del Héroe, como el Hombre y el Poeta Nacional; los escritores de la revista Orígenes, quienes buscaron lo Trascendente desde la palabra, en especial, me han influido el modo de nombrar las cosas de Eliseo Diego, y las búsquedas esenciales, tan martianas, de Fina García Marruz y Cintio Vitier;  Dulce María Loynaz, en cuya casa trabajé durante siete años y me adentré en esa poesía límpida que me había cautivado desde los días universitarios. Desde esa etapa estudiantil, y más aun con el inicio de la vida profesional, me he acercado asiduamente a voces más recientes de la literatura cubana, de las cuales he bebido a partir de su sólida obra lírica, y también de su labor docente, ensayística y de pensamiento poético; nombres como Roberto Manzano, Roberto Méndez, Jesús David Curbelo han sido sustanciales. Y claro, disfruto mucho leer a mis contemporáneos, no solo cubanos, sino de cualquier región del orbe, saber qué quieren decir y los distintos modos en que se pronuncian.

 

Desde muy joven has estado inmersa, ya sea como promotora, gestora, coordinadora, en diversos procesos culturales relacionados con la literatura, sobre todo con la poesía. Actualmente diriges el Centro Hispanoamericano de Cultura, y antes dirigiste la Casa de la Poesía de La Habana Vieja. Has sido el alma en los ya habituales encuentros de jóvenes poetas latinoamericanos que tienen lugar desde hace varios años durante las ferias del libro. ¿Ha lastrado de algún modo tu creación el asumir tales responsabilidades?

Definitivamente esas funciones han ocupado un tiempo vital que ha ido en detrimento de mi creación poética y ensayística, aunque no de lo que considero mi creación intelectual, pues en esta última veo incluida la labor de promoción cultural, que tiene en mí un lugar significativo, y la entiendo como otro modo de creación, en tanto procrea sensibilidad y me conecta de una manera distinta, también desde el intelecto, con los prójimos. Es un servicio que me aporta el regocijo espiritual de sentirme útil, al ofrecer a otros un aliciente en el disfrute de un producto cultural. No obstante, me siento siempre dividida entre dos pasiones, que pueden complementarse y equilibrarse, pero que aún no he logrado balancear con justicia en mi vida. Y cuando me entrego a una siento que estoy en deuda con la otra. Pienso que llegará el momento en el que habré de inclinar la balanza hacia el otro lado y le dedique más tiempo a la escritura; lo necesito. De seguro me seguiré sintiendo incompleta si no logro el equilibrio.

 

Sé que te apasiona la edición de libros. De esta pasión nace Costanera Editorial, en la que se publicaron varios títulos, confeccionados de manera artesanal, de autores cubanos y de otras latitudes. ¿Sigue vivo este proyecto?

Costanera editorial nació de un sueño compartido con personas a las que quiero, Roberto Manzano y Ana Núñez, con quienes se gestó el sueño en el origen –ella, autora del primer título y productora, él, ilustró a mano cada una de las cincuenta cubiertas- y más tarde se han involucrado otros amigos como Alejandra Ferrer y Juan Nicolás Padrón, y hasta la familia, pues mi pareja, Abel Tamayoarticipa con el diseño, mis padres ayudan con la preparación de cubiertas de cartón reciclado, en fin, es un engranaje afectivo para realizar una obra colectiva. La idea surgió del impulso noble y genuino de contribuir con la necesidad legítima del escritor de conectar su obra con los lectores. Ante el alto flujo creativo de los autores cubanos, difícil de acompañar en toda su extensión por la industria editorial, entendimos oportuno y válido el esfuerzo autogestivo, la alternativa de la auto publicación y de la solidaridad entre escritores y amigos que le imprimieran al producto final el valor añadido del trabajo artesanal y el calor de sus manos. En la historia cultural cubana es sabido que varias editoriales provinciales y de la Asociación Hermanos Saíz nacieron del empeño y la entrega de unos pocos, muchas veces empalmando casi artesanalmente cada ejemplar. Y en América Latina el auge del movimiento cartonero como proceso cultural de resistencia ha dado señales suficientes de que en el actual contexto globalizador, tecnológico y de mercado, la estética del reciclaje y la labor manufacturera a pequeña escala contribuye a recuperar el valor del libro como objeto. 

Con tan nobles propósitos no hallo sano renunciar a este proyecto. Aunque detenidos en estos momentos por varios factores, ajenos a nuestra voluntad, seguimos madurando la idea, pensamos en los modos y caminos posibles para llegar a un entendimiento sabio con las instituciones y sus líderes, con la esperanza de que se comprendan con justicia las proyecciones y los beneficios de iniciativas como estas, de emprendimiento cultural y colaboración creativa, con tanto para aportar a los procesos intelectuales del país, toda vez que se les permita respirar y coexistir armónicamente con lo institucional.

 

¿Qué labor realizas actualmente en el terreno de la edición?

Desde el año 2020, en plena pandemia, inicié una labor que agradezco mucho, por cuanto de aprendizaje y aprovechamiento intelectual implica. Edito la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, que posee una vasta historia y es una de las más antiguas de las publicaciones activas hoy en Cuba; al decir de Araceli García Carranza, su jefa de Redacción, «es una verdadera enciclopedia de la cultura cubana», y donde han colaborado intelectuales valiosísimos de la nación. La Revista es dirigida por el escritor e investigador Rafael Acosta de Arriba, a quien agradezco mucho la invitación a trabajar en la edición –por recomendación de una buena amiga, Anette Jiménez, directora de la editorial del Centro Juan Marinello–; el diseño está a cargo de José Antonio González Baragaño, con amplia experiencia en el trabajo de la visualidad en la institución; participa activamente del engranaje Johan Moya Ramis, jefe del departamento de Publicaciones de la BNCJM; y colaboran un número considerable de escritores, historiadores, investigadores desde distintas regiones del país y radicados en el exterior. Hemos sacado a la luz en formato digital los dos números de 2020 con un esfuerzo excepcional debido a la situación de aislamiento por la pandemia: uno dedicado en especial al poeta Eliseo Diego y otro al historiador Manuel Moreno Fraginals, en ocasión de sus centenarios. Ahora preparamos el número 1 de 2021 en saludo al aniversario 120 de la Biblioteca Nacional.

Y la otra labor que me lleva al ejercicio cotidiano de la edición es la programación de publicaciones de la página de Facebook del Centro Hispanoamericano de Cultura, que en tiempos de pandemia se ha convertido en nuestro modo de existir de cara a la promoción artística y literaria, para mantener la conexión con los públicos. En este sentido se han diseñado secciones fijas para la divulgación de temas relacionados con las diversas manifestaciones creativas que atiende la institución. Y junto con Natalia Ruiz Galiano, especialista de Literatura, nos encargamos de la edición final de cada uno de los textos incluidos en la página, para lo cual aplicamos igual rigor editorial que el de una revista, pues –aunque por la extensión típica de las redes sociales los textos parecieran más sencillos–, tanto los especialistas en su investigación, como nosotras en la edición y corrección le imprimimos seriedad y la responsabilidad de corroborar fuentes e informaciones, más allá de los detalles estilísticos, para lograr publicaciones confiables, certeras y provechosas a los ojos de nuestros seguidores.

 

Papel en blanco: un espacio televisivo en el que se promociona el quehacer de jóvenes escritores y artistas. ¿Qué ha significado para ti desempeñarte como guionista de este programa?

Nunca me había imaginado escribiendo para la televisión. En 2014 fungía como jefa de sección de Literatura de la AHS en La Habana y los asociados de las distintas manifestaciones artísticas habían solicitado un programa de televisión que promoviera la obra de los jóvenes creadores de la capital. El realizador Maysel Bello asumió el reto como director y solicitó el apoyo de cada jefe de sección para que recomendáramos temas, invitados, de modo que pudiéramos cubrir las demandas expresivas de los asociados. Maysel tenía concebida la idea general del programa, pero faltaba un guionista que le diera su forma cotidiana. Me hizo la propuesta e insistió en que podría enfrentarme a aquella aventura. Me dio las herramientas y conocimientos generales, y me fue apoyando en cada proceso hasta aprender lo necesario para echar a andar. Luego de varios meses de preparación salió al aire la primera emisión de Papel en blanco en el verano de 2015.

Desde entonces veo este programa con el mismo compromiso filial y afectivo que le imprimo a un libro. Cada emisión implica una investigación sobre temas diversos de la literatura y el arte, fundamentalmente, de la creación joven, un horizonte que siempre me ha interesado. Me propongo, fiel a los propósitos originales del programa, promover el trabajo de escritores y artistas poco divulgados en los medios y con una obra digna de atención. Trato de cubrir zonas de silencio, mostrar rostros poco visibilizados, a través de ellos y de su labor dialogar sobre temas y preocupaciones comunes a muchos creadores, acercar al público las dinámicas y procesos que involucran a los intelectuales en la gestación del producto cultural que ellos reciben como espectadores.

Desde que comencé a trabajar en la Oficina del Historiador de la Ciudad y tomé conciencia de los valores que implica para la nación la labor de preservación y comunicación del patrimonio, la he sumado a los puntos de mira del programa, de modo que transitan también por él jóvenes investigadores, conservadores, museólogos, directores de instituciones, que junto con los artistas y escritores alimentan el acervo cultural cubano.

En resumen, la exigencia de la preparación y el estudio para cada entrega, el acercarme a la obra de tantos creadores y promotores culturales desde tan disímiles campos, representa una fuente constante de enriquecimiento intelectual y disfrute estético.

 

Sé cuánta importancia concedes al cumplimiento de tus deberes, ya sean laborales o personales. ¿Cómo logras conjugar familia, trabajo y vocación?

Es muy difícil conjugarlos, tarea ardua, más cuando eres madre de dos hijas con muy poca diferencia de edad. Lo que he conseguido ha sido con mucho empeño, sacrificio y exigencia personal, a la par de mucho apoyo, comprensión y esfuerzo familiar. Doy gracias a Dios por mis padres, mi pareja, mi hermana, que me han sostenido. Ellos están siempre en la vanguardia y la retaguardia, ayudando en el cuidado de las niñas cuando una función laboral demanda más tiempo de lo habitual, como en las ferias del libro, festivales de poesía, o cuando he debido viajar por trabajo a otra provincia o país. Y me siento bendecida por mis hijas, ellas son el mejor regalo, son motivo de inspiración creativa y de sacrificio cotidiano por ser mejor persona y ser útil en lo que hago. Ahora que son más grandes –aunque aún exigen de mi cuidado y atención, son un poco más independientes y hasta ayudan en los quehaceres domésticos– miro atrás, recuerdo cuando eran pequeñas, y tomo conciencia de cuánto he crecido yo con ellas, cuánto he debido sobreponerme a miedos, preocupaciones, cansancios, a veces corriendo el riesgo de atentar contra mi propio organismo, al trabajar hasta la extenuación y descansar menos de lo que debiera. En ese tiempo alcancé un nivel de exigencia para conmigo misma, que hoy, al tomar conciencia de los riesgos, debo imponerme el rigor de dormir las horas necesarias, de alimentarme, de darme el placer de ver en familia una película o serie, o jugar ajedrez con mi pareja, para despejar la mente por un rato de las múltiples tareas cotidianas de la profesión; porque desde entonces me ha quedado la inconformidad con hacer una sola cosa, no me hallo sino emprendiendo distintas tareas a la vez, ejecutando varios proyectos. Creo que ese vicio me lo ha dado la maternidad. Solo al ser madre aprendí a realizar muchas tareas simultáneas: hervir pañales, cocinar, lavar, limpiar, vigilar a dos bebés al mismo tiempo, y cuando se dormían leer un libro para reseñarlo. Quizás ese entrenamiento de alto nivel me preparó para organizarme en lo profesional y ocuparme de varias responsabilidades a la vez. Si hoy puedo gestionar una programación cultural, realizar las labores de un cargo de dirección, editar un artículo, escribir un guion televisivo, leer libros como jurado de un concurso, y atender las tareas imprescindibles del hogar en un período de tiempo común, se lo debo a la maternidad, y a la voluntad de no ver en ella una justificación para el enclaustramiento doméstico ni el estatismo profesional; por el contrario, ha sido esta una motivación para el emprendimiento y el crecimiento personal. Quiero que mis hijas tengan una madre de la cual enorgullecerse, que no renunció ni a ellas, ni a su vocación intelectual.

 

¿Cuáles son tus mayores sueños, realizables o no?

En el plano intelectual tengo el sueño de que se abra un diálogo prolífico en nuestro país entre los escritores, editores y las instituciones, de modo que se comprendan con justicia los beneficios y valores de proyectos creativos como Costanera Editorial, de emprendimientos autogestivos y de cooperación entre creadores, que puedan coexistir armónicamente en nuestra sociedad y para beneficio de la cultura cubana. Ha sido un planteamiento que he venido haciendo junto con otros escritores desde hace varios años, desde las asambleas de preparación del segundo y del tercer congresos de la Asociación Hermanos Saíz, y en cuanta reunión del gremio se me ha dado la oportunidad. Aún no ha sido comprendida esta necesidad de un número cada vez más creciente de creadores; sin embargo, quiero aferrarme a la esperanza de que sueños como este lleguen a ser realizables. Sería imperdonable y una gran pérdida que renunciáramos a esos sueños. Y una vez que esa meta inicial sea viable constituiría un importante salto que daría impulso para un sueño más ambicioso y abarcador, que comparto con otros amigos, y que involucra un engranaje superior, e implica la apertura de posibilidades en el sector artístico y literario, que reconozca los aportes potenciales de los esfuerzos individuales y los proyectos artísticos colaborativos, como agentes de producción cultural legítimos, en una sociedad donde lo estatal y lo privado puedan trabajar de manera respetuosa y dialogante por el bien común.

 

Muchos coinciden en la opinión de que la poesía es algo indefinible, o casi. Sin embargo, algunos se han aventurado a definirla. ¿Lo harías tú?

No me aventuro a definirla como lo haría un lingüista para la generalidad del idioma. Solo puedo apuntar lo que significa para mí. En mi vida la poesía ha sido gestación, advenimiento y epifanía, una experiencia sublime que me aproxima en imagen y semejanza al Creador, desde esa posibilidad de crear por la palabra; al tiempo que me devuelve a la potestad genésica que Él concedió al ser humano de nombrar las cosas.

 

REYNA ESPERANZA CRUZ

 

Nota: La foto fue tomada por Roberto Manzano en la Finca Museo Hurón Azul el 31 de marzo del año 2018.

 

Yanelys Encinosa Cabrera (De Bejucal, Mayabeque, nació en Pinar del Río, el 27 de diciembre de 1983). Poeta, ensayista, guionista de televisión, promotora cultural. Graduada en el 2006 de la Licenciatura en Letras de la Universidad de La Habana. Ha publicado los cuadernos de poesía Del diario de Eva y otras prehistorias (Premio David 2007, publicado por Ediciones Unión, 2008, y EDP University, 2015) y (Des)equilibrios y una cuerda para asirse (EDP University de San Juan, Puerto Rico, 2015). Como ensayista obtuvo el premio de la revista Cauce de Pinar del Río en el 2006, el Premio Razón de Ser 2008  de la Fundación Alejo Carpentier, Segundo Premio en el VIII Encuentro de Estudios Teórico-Literarios auspiciado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de La Habana en el 2008, mención especial en el Concurso Segur de reseñas crítico-literarias en el 2008, entre otros reconocimientos. Poemas, ensayos y reseñas suyas aparecen en publicaciones cubanas y extranjeras como el Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Gaceta de Cuba, Amnios, La Letra del Escriba, Cauce, Caimán Barbudo, Cubaliteraria, Cubarte, Revista Cáthedra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, CECAR. Corporación Universitaria del Caribe, entre otras. Poemas suyos pueden leerse en antologías como El manto de mi virtud. Poesía cubana y uruguaya del siglo xxi (Ed. Universidad del Trabajo de Uruguay – Letras Cubanas, 2011), La Isla en versos. Cien poetas cubanos (Ediciones La Luz, 2011), Rosa Caribe. Poesía de Cuba y Venezuela (Cooperativa Editorial La Mancha, 2011), Las ondulaciones permanentes (Proyecto Literal, 2012), Barcos sobre el agua natal. Antología de poesía hispanoamericana desde el siglo xxi (Proyecto Literal y Ediciones Leteo, 2012) y muchas otras. Preparó El Libro verde de Cuba (Ediciones Gobierno de Tabasco, México, 2011), que reúne poemas con el tema de la naturaleza, de 75 autores cubanos de toda la Isla. Compiló y prologó la selección cubana de Luz sin estribos. 35 poetas colombianos / 35 poetas cubanos del siglo xxi, realizada de conjunto con el Colectivo Nuevas Voces (Editorial Nuevas Voces, Medellín, Colombia, 2019). Ha participado en festivales internacionales de poesía y eventos literarios y académicos en La Habana; el Encuentro de Poetas, Escritores y Artistas Mercedes Sosa en Manabí, Ecuador, 2010; el II Encuentro Mesoamericano Arte por la Tierra, Villahermosa, Tabasco, 2012; el XI Parlamento de Escritores de la Costa, Cartagena, Colombia, 2013; evento de LASSA (Latin American Studies Association) y el Festival de Arte y Literatura Cubana en la EDP University, en San Juan Puerto Rico, 2015; en el proyecto Marte la marea de los niños con la editorial chilena Helecho De, durante las celebraciones por el Mes del Libro en la Región de los Lagos, Chile, 2017. Ha trabajado en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, Centro Nacional de Promoción Literaria del Instituto Cubano del Libro, donde tuvo a su cargo el desarrollo del Centro de Información sobre la Literatura Cubana Actual. Se desempeñó como promotora de la revista Amnios. Poemas/Poetas/Poéticas, del Ministerio de Cultura. Dirigió la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Coordina desde 2011 el Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe durante la Feria del Libro de La Habana. Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas, en la cual fue electa secretaria de la sección de Poesía de la filial de La Habana. Es miembro del Comité Asesor de la Editorial Cubaliteraria. En 2014 emprendió junto a familiares y amigos el proyecto cartonero Costanera Editorial, que ha confeccionado artesanalmente dieciséis títulos. Desde 2015 es guionista del programa televisivo Papel en blanco en el Canal Habana para la promoción de jóvenes escritores y artistas. Dirige desde 2018 el Centro Hispanoamericano de Cultura de la Oficina del Historiador de la Ciudad. A partir de 2020 se desempeña como editora y miembro del consejo de Redacción de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí.

ENTRADAS MÁS LEÍDAS

Imagen

ERNESTO