CARMEN AMELIA: HAY QUE CREER EN EL MILAGRO


La poesía es una zona del espíritu donde se juntan, sin estorbarse, disímiles elementos de nuestra realidad —interior y exterior, real o imaginaria— para conformar otra realidad, más coherente y veraz, personal y auténticamente nuestra. Carmen Amelia del Cristo es una mujer que mira dentro de sí, y mira hacia el pasado, para encontrarse entera, en su exacta dimensión humana. En su poesía cobran vida, desde la muerte, los seres amados de su infancia, el recuerdo más hondo y raigal; cristalizada en versos, la tristeza de las pérdidas ineludibles se torna sinfonía para acariciar los oídos del lector, a la vez que una lágrima, escondida y pequeña, asoma tras cada palabra. Hay un país en su mirada, que observa con agudeza; mas no da noticias del país; solo nos muestra imágenes superpuestas sobre las imágenes de sí misma, y la vemos pasajera segura en esa nave que a ratos pierde el rumbo. Es evidente en su poesía una velada tristeza, una soledad no manifiesta; porque no hay autoconmiseración en la poetisa: una fina ironía recorre su escritura y eso la hace sortear los escollos que encuentra para salir íntegra, sobreviviente de todas las guerras, reparadora de utopías personales y colectivas, optimista confesa, amante de la vida. Porque si algo es palpable en sus composiciones es la certeza de que es necesario amar. Aun cuando está convencida de que «morir de amor no está de moda», también afirma que «urge morir de amor». Y ella muere de amor en cada verso, y en cada verso resucita, porque cree en el milagro de estar viva. Hay en estas páginas el testimonio de quien cree en los seres humanos, en la utilidad de la poesía como sanadora de almas, y en que el amor es el único antídoto contra la muerte.



Reyna Esperanza Cruz









ABUELA LÍRICA







Hace falta creer en el milagro

de una corriente virgen

en la yerba mojada

donde un rinoceronte se renueva.

Es casi imprescindible

llevar los versos de Gabriela,

sumarse al descontrol de los pequeños,

y verse con mi abuela cara a cara

duplicada en sus ojos de oruga irrepetible.

Como si comprendiera que la vida

es la proeza que en su muerte pongo.









CACHITA







También tuve abuela pobre:

nadie me habló de su dolencia,

pero la imaginé con las guayabas,

sin hacer el milagro de los peces,

contando los minutos

que separan la tierra de los astros

con su habitual resignación.









INFANCIA



A mi madre



Tu pelo negro a veces era abril,

una emboscada para mi sortija.

Te sorprendió mi corazón

crecido en rebeldía,

las muñecas desnudas,

aquel gato ensamblado a mi tristeza.

Sin embargo, aquí estás,

copiándome tu receta última

en un libro doméstico cualquiera,

sin pretender rozar este misterio

con el que espero perpetuarte.









LAS RANAS







Los animales realmente peligrosos

están entre los plátanos:

no muerden, no lastiman,

pero tienen los ojos del tamaño del miedo,

la corteza más fría y temeraria.

Cuándo vendrán las hadas madrinas

que Andersen prometió para encantarles.

Cuándo se cansarán de los fantasmas,

y cambiarán su voz por algún piano.









ESTADO DEL TIEMPO







El último parte indica

llevar sombrillas de colores

y cubrirse la espalda

con algún argumento melancólico.









SHAKESPEARE Y YO







William Shakespeare insiste

en su historia de amor desesperada.

Morir de amor no está a la moda:

Pero urge morir de amor

como si todo esto fuera un cuento.









ÚLTIMO INTENTO







Tocar la flauta puede ser ingenioso

siempre que desde ella te inventes las historias.

Aunque cada ratón

haya muerto de rabia en su escondite

y la música llegue quizás un poco tarde,

tocar la flauta puede ser un intento,

un recurso estratégico.

Quién sabe si al tocarla derribe las mentiras,

todas las frustraciones de mi generación.

Tocar la flauta puede ser una simple payasada,

pero déjame usarla en esta hora

en que hasta los ratones quisieran hacer algo.









DE LA MUJER COMÚN Y SU PARTE ESPECÍFICO DEL TIEMPO







Llueve, siempre llueve

hasta que un día al sol se le desborde

el animal que lleva en los zapatos.

Llueve. Pudieran ser mis ojos

llorando a mil cincuenta kilociclos.

Algo le ha sucedido a los periódicos

y Cuba pasa en caravana simple.

Pudieran ser mis ojos:

me trago otra sombrilla                 por si acaso.









POEMA TARDÍSIMO







Sólo el hombre y su estrella

desconciertan al miedo,

tan sólo ese andariego inhabitable,

esta calma en zozobra desmedida,

y el tiempo sobre todo.

Otro sedante para dormir

después de ser los mismos.

Este rato de olvido

con que miento la tierna palabrota,

esta mano mordiéndome la pluma

con el trago en la sed de otra botella,

esta buenhumorada taciturna,

controvertida máscara que alcanzo

por no darle la espalda a los amigos.

Cantos de desamor: y a mala hora

tu corazón me buscará en el cuarto.









POEMA DESDE EL YO



A Eliseo Subiela



Lo amo

con mis ridiculeces tremebundas,

con todos mis tatuajes y mi puente,

con los corderos del dolor,

con tantas serpentinas y alborotos

que el carnaval se inclina y me abre paso.

Lo amo

con neurosis azul,

con los vuelos que lego al imposible

desde tantas cuartillas desgarbadas.

Lo amo desde mí con la locura

de una cuerda que ensaya para otras

una mañana libre y menos árida.

Lo amo:

y en esto sí que soy irreductible.





Carmen Amelia del Cristo Vázquez (La Habana, Cuba, 1950). Psicodramatista, poeta y narradora. Miembro de las asociaciones internacionales Poetas del Mundo y Poetas por la Paz. Coordinadora del Proyecto Picualas, dedicado a la orientación a la mujer. Ha publicado artículos científicos sobre psicodrama en Cuba y México. Es autora de los poemarios Concierto para amantes con flauta y Burlar a los tecnócratas, y del libro para niños y niñas Cuentos de roles para jugar a la vida (en proceso de publicación). Su poesía ha sido publicada en  antologías en Argentina, Chile y Canadá.

ENTRADAS MÁS LEÍDAS

Imagen

ERNESTO