LA COHERENCIA VITAL Y EXPRESIVA DE MARIO BENEDETTI



La voluntad de asumir la poesía como destino implica una gran responsabilidad. Toda vocación imprime a la existencia un signo, que exige implacablemente una férrea coherencia. Ya que se ha sido escogido, pues la vocación no ofrece márgenes de desasimiento, todo se ha de entregar generosamente a la combustión del espíritu. Desde temprano aparecen las señales, y la biografía del señalado, después que se repasa la órbita cumplida, tanto en sus planos exteriores como interiores, revela las tempranías, las persistencias, los vectores del destino concurriendo espontáneamente hacia una dolorosa y firme coherencia.
La autenticidad es una de las propiedades dominantes del gran espíritu. Si la vocación es comunicativa, y dentro de las comunicativas es poética, no hay manera de realizarla si esta imprescindible virtud no la atraviesa con la misma resonancia vibrátil y anchurosa de un trueno entre montañas de mármol. El que se entrega a los demás a través de algún ejercicio vocacional puede que camine al éxito, pero el éxito no es jamás su estrella polar. Los verdaderos poetas tienen como norte la autenticidad, que no sólo se quiere para sí, sino también para los otros, y para la coyuntura en que transcurrimos juntos en el deseo de la libertad y la belleza.
Todo lo dicho anteriormente describe la vida y obra de uno de los más grandes poetas de Latinoamérica y el idioma: el universal uruguayo Mario Benedetti. Ya sabemos que no sólo fue poeta, sino también, y con calidades de igual tamaño, novelista, cuentista, dramaturgo, crítico, ensayista... Pero la poesía lo abarca todo, pues todo lo humano lo reúne y representa, no sólo la producción de los artefactos culturales que llamamos poemas. La poesía es una manera muy singular de ver el mundo. Y quien la constriñe al ejercicio artístico la reduce en su genuina dimensión. Pero también es verdad que ella ama fervorosamente al arte, y en especial a lo que conocemos como su realización estética. Porque las antinomias del mundo se resuelven en el instante en que el poeta plasma con el vigor y eficacia que le proporciona su talento la fricción tremenda entre lo real y lo ideal.
Desde sus primeros libros verdaderamente cuajados, Poemas de la oficina, en poesía, y Montevideanos, en cuento, Mario Benedetti abrió una parábola de creación que no cesó de crecer y diversificarse a lo largo de su prolífica existencia. Cerca de ochenta títulos dan fe de esta increíble órbita de imaginación y responsabilidad. La calidad de esta suma de entregas, y el arco de desarrollo que desplegó en su secuencia, evidencian una actividad creadora ejemplar, que contiene intensas lecciones implícitas y que constituye un orgullo para nuestro continente y nuestro idioma. Como toda obra humana, tiene sus cuestas y sus cuencas, pero es indiscutible el alto relieve de sus contornos artísticos y espirituales. La coherencia y autenticidad de su trayectoria intelectual se encuentran fuera de toda duda.
Una particularidad de su carácter auténtico y de su vivísima coherencia es cómo se comportaban unidas y diversas sus respuestas frente a la realidad que le tocó vivir, saturada de agudos conflictos, de polaridades violentas, de ensortijados dilemas. Vivió vida larga, de abundante expresión, sostenida con fino anudamiento interior y lealtad a sus pilares permanentes, pero con la plasticidad del que avanza con el flujo y extrae de la diversidad inagotable la digna unidad de su destino. Sus obras, tanto de reflexión como de ficción, muestran un ser humano atentísimo, capaz de familiaridad profunda y también de escogimiento implacable por lo que considera bueno y justo, eficaz y útil, revelador y promisorio.
La incesante valoración de la vida histórica lo conminó a decisiones espaciales continuas, que realzaron su visión singular de la realidad. Capaz de aprender con velocidad y equilibrio por su natural ausencia de soberbia, cada nuevo espacio vivido le entregó más altas cuotas de combustible a su imaginación, nutrida desde la germinación misma de su práctica por una visión especial de lo cotidiano. Y en el eje de esta cotidianeidad, enfocada poliédricamente, le presidía la mirada el examen de la conducta con sus complejos contextos de alienación y sus palancas para la solidaridad y la redención. Toda su obra narrativa insiste en estos espacios básicos y estos mecanismos diarios de la difícil experiencia humana. Pero de igual modo su poesía, tan rica en anécdotas y atmósferas, tan pletórica de deseos comunes, en que el sujeto lírico también vive la experiencia ajena como suya y la comunica para los otros como un jugoso y atractivo monólogo compartido.
La época lo sacudía continuamente, y le impresionaba y acendraba la conciencia. Su imaginación, habituada a caminar al paso leal de su espíritu, trabajaba sin descanso, y encontraba siempre, como un mecanismo específico de su carácter, la senda para entrar en su semejante, su prójimo querido, e interpelarlo desde las proyecciones íntimas del deber. Con las palabras del día a día, con la información llena de encanto e ingenio del que considera igual a los otros, hablaba de sus sacudidas interiores, plasmaba sus intranquilidades y certezas sobre el porvenir, su destreza de observación increíble para auscultar el suceso menudo de las conductas y el enorme de las colisiones sociohistóricas. Nos ha dejado un friso detallado de un decurso de fuertes transiciones ideológicas de la historia contemporánea. No se tiene por qué coincidir con cada una de sus imágenes, o suscribir su manera de tratarlas artísticamente, o sus opiniones de cómo examinar la realidad, para admirarle la vida y la obra sin reservas, pues su talento único para la comunicación artística no puede desdeñarse, ni su sentido de la época y de cómo avanzar con el mayor número de seres hacia los horizontes de la justicia y la esperanza.
Apenas iniciada su aventura de expresión se inclinó fervorosamente hacia lo cotidiano. Acarició siempre la palabra de intercambio, y la frase que va de labio en labio con la complicidad de la mayor cifra de hablantes o escuchantes. Viendo cómo fraseaba y los giros usuales de su expresión, tanto en lo épico como en lo lírico, y en ocasiones hasta en el tono de sus reflexiones, se valora su habilidad para oír, su señorío para el registro de voces desde el silencio de un artista que ama ser oyente, y que basa en el discernimiento elegante de la escucha su elocuencia original. No en balde su primer poeta fue Baldomero Fernández, el argentino que enseñó a toda América el habla mágica de la sencillez. Es por ello que sus primeras poesías y cuentos más conocidos subliman la vida secreta del pormenor, de la rutina, de lo que se trasiega sin solemnidad, y que contiene sin embargo la explosiva levadura de una conciencia, el signo de una comunidad espiritual henchida de sueño y vigilancia.
Cuando cristaliza enunciaciones genuinamente populares, bien en los magníficos diálogos de sus narraciones o en el tono congregante y cantábile de sus versos, alcanza vértices mayores dentro del movimiento coloquialista más pulido. En sus piezas logradas exhibe un absoluto dominio de la mediatriz emocional de su época. Su amor intrínseco por la cadencia de la lengua y la espiral acústica de la canción le conjuraron el peligro del fraseo facilista en que se desbarrancaron tantos creadores de esta tendencia, que perdieron detrás de la frase hecha y el pugilato contra la metáfora la vertebración silábica que ama tanto el ser humano común. Su respetuoso oído, educado en sus germinales modelos, y su probada humildad de creador atento a los demás, con los cuales se desea conversar sobre los asuntos fundamentales, gobernaron su enunciación artística y le suministraron una popularidad creciente, de sólido carácter interactivo. El amor por sus versos de los mejores cultores de la canción da fe profunda de esta vocación excepcional.
Dado su concepto del amor como lealtad y compañía, quería ser a la vez analítico y emocional, huir de la trivialidad sosteniendo la sencillez, elevarse de pensamiento como allanarse junto al corazón del semejante, enaltecer lo que pudiera catalogarse de cursi mientras se escapa del ridículo, ironizar sobre las insuficiencias de los demás y las propias, sazonar la angustia con los gradientes productivos del humor, desplegar una bonhomía sin fronteras, que abrace a todos los que ofrecen su voluntad para vivir con el mayor decoro. Ingenioso, crítico, cordial, franco, complejo, enorme de imaginación, leal a sus principios vitales y expresivos, Mario Benedetti es uno de los creadores de más fina autenticidad y coherencia de nuestra cultura. Escogió como camino vocacional una de las paradojas más aleccionadoras del arte auténtico: alcanzar en la transparencia de la palabra la mayor profundidad humana.

Roberto Manzano

Presentación del libro Poesías y cuentos de Mario Benedetti, publicado por la Editorial Arte y Literatura, en la Sala Nicolás Guillén, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, febrero del 2019.

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