MILAGROS GONZÁLEZ: IRREMEDIABLEMENTE VIVA
La muerte, esa ineludible visita a la que en vano tememos, desconoce que tiene una rival mayor, quien la vence con su apariencia débil, con su llegada sutil y misteriosa, con su arco de sombra que se torna luz, porque es la única que puede alcanzar el vórtice sagrado de lo eterno: esa fuerza vencedora de la muerte es la poesía, que permanece y permanecerá, porque como el universo, es infinita. Universo ella misma, materia de lo inmaterial, nos sorprende a la vuelta de un sollozo, vibra en una sonrisa, respira en todo sueño, se columpia en la estrella más lejana, y flota sempiterna entre los dedos del poeta.
Así, regresada de sí misma, llega Milagros González: poeta de lo cotidiano y lo trascendente, sus versos se mueven con soltura entre lo íntimo y lo coloquial, entre el sueño y la realidad, y muestran un mundo interior ricamente bordado de recuerdos que, unidos a vivencias inmediatas, dejan ver a la mujer batalladora y fuerte, a la tierna muchacha que aspira a ser la heroína de una leyenda de amor, con esa compleja urdimbre que es todo ser humano expuesto a la intemperie de la palabra. Con desinhibida soltura, con irreverente mirada a lo establecido, contraria a todo lo que castra la expresión de los sentimientos, a lo separador de lo que debe permanecer unido, a la hipócrita postura de quienes norman o pretender normar la conducta social. Así llega. Pero también con un atado de cintas multicolores, con una estrella de niebla, con el azul y el rumor de las aguas. Llega, aunque nunca se fue. Simplemente estaba recostada en su nube, macerando su voz en la tormenta. Su voz, que ahora entrega al lector, para dar fe de vida y mostrarle a la muerte quién tiene la razón.
Reyna Esperanza Cruz
EX OCUO
Milagros, tú que existes
Soy una mujer de mucha suerte
aunque no precisamente con ella.
He tropezado aviones geografías violentas
herencias cataclismos
algunas sonrisas secuestradas
en un descuido familiar.
Me he equivocado de cartas de calles
de teléfonos de hombres
de fugas en las treguas.
He extraviado sombrillas besos juguetes
sábados pupitres
reproches sin brújulas de primavera.
Me han arañado sábanas agendas
prejuicios promesas
espaldas presagios
tantas despedidas sin prodigios que las quiebren.
Violé fronteras castillos
hechizos mareas escándalos.
Soy además indiscreta
en relación con mis catástrofes.
Pero tratándolo bien
pensando en ser justa comedida
poco melodramática
confieso que algunas veces
me avergüenza un poco
mi ternura.
FEMINISMO
Tensaré todos los hilos registraré los rincones
íntimos de la infancia exigiré a todos
los papalotes jefes de aquella explanada
sobre el furgón azul de los inviernos.
Escribiré cartas furiosamente enviaré
invitaciones convocaré a reuniones urgentes
trompos bolas la muñeca con cabeza de amante del rey
las pistoleras proscritas por mi madre.
Haré todo lo necesario aún lo imposible
para que este hombre solo e irreverente
que está allí sostenido por su cigarro
mientras traga una pitanza de algas azules
constelaciones súbitas hierbas maceradas
este hombre al que rodean gatos y dromedarios
fotos antiguas desnudos pornos
tiras de corazón y sus sabuesos
no se detenga nunca no caiga en el vacío
no desaparezca como un cometa más
en la infinitud de los espacios.
Para que no pierda su libertad sus hambres
sus soledades sus yerros y mis esencias.
LA PARCELA HABITABLE
Sobre la acera en las mañanas se acumula una costra
de saudade. Pareciera que el hombre dejara allí
sus furias la lágrima inconforme que sucede
cuando el tiempo se fuga y no nos nombra.
Yo no comprendo mucho sobre esa dimensión
donde aparece el agua como un humo de cabellos atados
a su yunta de fríos. Será quizás
por eso que en las aceras siempre busco
la parcela habitable.
Quieta voy hacia mi árbol personal
me detengo como una imagen despegada
del álbum de la infancia. Mis trenzas se deshilan
poco a poco comienzo a dar sombra
al largo pasillo de cemento donde estará la noche
después que este otro día recoja su balance.
Allí estarán mi piel y los fantasmas
un reflujo de voces con trípticos lentísimos
demasiado sensuales para ser percibidos por el ojo del hombre
que siempre tendrá miedo aunque triunfe.
PREMONICIÓN
Mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
G. A. Bécquer
No se trata del asma proverbial
y doméstica inquilina de siempre no es que
sobre mi cuerpo sienta esa vaga sombra inconfesa
raspándome tendones intentando
encontrarme ni ha llamado el cartero
ni llueve. Esa hora cántaro
del crepúsculo no ha llegado ni amanece.
La neblina no ha estado húmeda sobre el aire.
No ha sido llegado el tiempo
para escuchar el nombre la sangre no debía
golpear los ojos están bajos y miran hacia dentro.
Nadie ha llegado. Nadie. ¿Qué sucede?
DEUDA INTERNA
Es por una deformación profesional que me permito,
Nathalie, mojar estos originales
con lágrimas de cocodrilo frente al espejo,
escribiéndote.
Enrique Lihn
Desde una tarde sudorosa aquella
tarde entre muchas que te debo tarde
pero al final con un abrazo que arde
vengo a romper contigo esta botella.
No te hablo de pagar que sería un modo
miserable y cortés de pago. Trunca
debe quedar la deuda ya que nunca
podría saldarla aunque lo diera todo.
Por eso fue que hoy quise hacerte triste
hermano amigo amante que no fuiste
esta tarde que suda como aquella.
Quédate con mi voz si la resiste
tu corazón el tiempo. Tú cediste
la tierra noble donde hundí la huella.
ELEGÍA PARA NOSOTROS
I
Está vivo
irremediablemente vivo
y sobre mi pie la luz viene
y enciende poro a poro
si su pequeño bramido
llega desde el oscuro túnel
y coloca las letras absurdas
de esa palabra
donde estuvimos juntos.
II
Ocurre siempre a una hora
insospechada de la muerte
y recordamos que aún
como rezan pactos antiguos
respiramos.
Entonces vienen
todos los testigos ocultos
de nuestra resurrección
con sus frascos de ámbar aromado
y limpio para purificar
nuestras entrepiernas
la frente los orificios útiles
e inútiles las hendiduras
las ondulantes
depreciaciones del esqueleto
y tú ríes bajito
oh cadáver mío amado
mientras te desarmas afilado y frugal
sobre la curva exacta que inventamos
esa primera noche.
III
Estaré donde siempre
y vendrán a buscarnos. Pero estaremos
ocupados desempolvando
nuestras pelvis de tanto incienso.
Tu guerrera está sucia y yo pongo
la punta de cada metacarpo
sobre el filo de tu corazón.
Sin dudas hace frío. Y nadie más vendrá.
Es hora de escaparse a la montaña.
IV
Donde estabas hay ahora más luz
y un árbol es preciso
con sus flores y todo.
Dos niños están riendo a carcajadas
mientras corren de un lado
al otro de la ceiba.
¿O era una acacia?
De modo que es mejor así
y está visto que el aire
es más afilado y limpio.
Todo más transparente
y brutalmente simple
como las libélulas que pasan
encima de los charcos
y nos dejan atrás
completamente descorazonados.
Llegaron a creérselo.
EL CÍRCULO CERRADO
Un hombre siente miedo y lo desata
junto a unas llaves sobre la mesa de los panes
(los peces deben estar temblando todavía).
Un hombre siente miedo
y desata su contracorazón
sobre otra mesa de restaurante
su paranoia en la acera más indefensa de la ciudad.
Un hombre siente miedo
y desata los cordones de sus zapatos recién comprados
en otra ciudad donde tal vez
otra mujer como esta o como nadie
puso a crujir su desnudez en público.
Un hombre siente miedo
y desata la última camisa que quizás era azul
y la coloca sobre el cuerpo de su infancia más huérfana.
Un hombre siente miedo y solo sabe desatarlo todo.
Una mujer siente miedo
y agrupa sus invisibles átomos en derredor
para emular con Bécquer enciende velas
trepa los muros incendiados de Troya
busca las calabazas el zapato de cristal.
Una mujer siente miedo y decide
conquistar el Pico Blanco tirarse
por el túnel tras el conejo decir
las palabras mágicas que la harán más pequeña
todavía. Una mujer siente miedo
y solloza infernalmente grita patea en público
reclama vocifera. La próxima mañana
al despertarse fusila al soldadito de plomo
hiere de muerte al capitán Garfio
mata implacable y sorda con sus manos al lobo.
Una mujer siente miedo y solo sabe desatarse ella.
Un hálito de vida una noción de paz
un pálpito una alegría suave
un milagro pequeñísimo
inseguro eslabón con lo de Dios
que es esencial al hombre.
Un hijo dentro del vientre siente miedo
qué puede hacer indefenso
tibio animal tan frágil
para que alguien le diga
si debe desatar cosas o desatarse.
¿Ser o no ser? Para que nadie dude
de su temblor de pececillo insomne
desatado junto a unas llaves
en la mesa de los panes.
¿O le habrán dicho sus poderes?
¿Allí en el silencio cósmico del útero
será el desatador quien lo recuerde?
TERNURA
A Sergio, compañero, amigo íntimo
A veces temo tocarte.
No se trata del miedo que nace del bullicio.
Ya he sabido que no eres de esos seres efímeros
de tinta y sobremesas
pequeños hombres que se esfuman de sí
sin saber cómo
o simplemente se deshacen.
Mis miedos hacen tentativas de escándalo.
Mis temores son niños chillándome rencores
desde el peor rincón de sus castigos
hasta que callan de aburrimiento.
Yo tiemblo cuando toco la encallecida vena
que cubre tus recuerdos.
Así y todo la toco
la mido con la vara de mi instinto feroz
hurgo en ella furiosa porque se queda muda
y yo sé cuánto guarda.
Lívidas formas de gigantes benévolos
aniversarios fechas trajines
símbolos de qué café cualquier mañana
tardes que navegaron contra tus hombros fríos
malecón hacia arriba
viajes
largas reuniones
doce largas maneras de pesarnos los años
y el amor como un fantasma
cubriendo retiradas ocupando su puesto
con resonancias múltiples.
Entonces me pregunto qué mano hizo los tajos
o bordó las estrellas en carne
del más terrible corazón
que no llevamos en el pecho.
Esos días me voy simple desnuda
a andarte las costuras turbulentas
busco en lo umbroso de tu voz la figura más limpia
el giro más abierto
la campana más honda
las frondas y los pozos
y los pájaros lugar ese translúcido
donde tejemos todos la urdimbre de la vida.
Pero al llegar siempre me asusto.
Será porque en el tránsito he sentido
saltar a tu esqueleto
como un gran hueso único
y aunque mis dedos finjan paloma
o sospechosas floraciones
siempre te duele.
Aunque mi mano intente pechos de madrecita
algodones silvestres cálices espumosos
sé que siempre te duele
y me da miedo compañero.
Todavía no logro reconocer el hálito
la sustancia audaz que me revuelve el cuerpo
y lo hace andar de un lado a otro.
Ruidosa voy del cuarto a la cocina
escudada en el bosque travieso de mi infancia.
Nunca encuentro qué remedios hacer
la pantallita afines circunspectos
libros tal vez cartas metodológicas
conversaciones de política
comentarios meteorológicos.
Inútiles reclamos. Hay que lanzarse a fondo
y vuelvo febril a ese lugar donde tu frente
acaba en precipicio
temblando entro a tus ojos
me hundo en el túnel que ahora sé
que llega hasta mí misma.
Te duele ya lo sé y aunque tiemblo y lo sabes
ambos nos olvidamos del rencor cotidiano
que deja seco al hombre y lo envilece.
Confiamos.
Mañana temblarás seguramente.
Yo sufriré mañana.
Llegarás entonces a mí para decir temo tocarte.
Y empezará todo de nuevo.
LEYENDA DE AMOR
...qué es el corazón de un pájaro
comparado con el corazón de un hombre?
Oscar Wilde
Tras el ala de un pájaro una saeta fue
con la seguridad de amor que hay en la muerte.
El ave temblorosa levantó el vuelo en medio de la bruma
y como eran sus plumas gualda y azul
quedó pendiente pobre saeta fugaz
apuntando al horizonte oscuro sobre el acantilado.
Esperaba solo un silbo del aire
para volver al rumbo agónico y ardiente.
Pasó despacio una gaviota tras un golpe
de mar y se acercó tan leve.
Descubrió toda la sal su cristal límpido
sobre la punta de la flecha
pero su cuerpo estaba a merced del feroz
bramido que desconchaba lentamente la roca.
Temerosa en un rapto de amor
se irguió sobre su pico la apresó con ternura infinita
y la devolvió febril al abismo del éter.
Pero era el instante definitivo. El mar
celoso de una tan frágil sagitaria trajo desde el hondón
más recóndito su alarido brutal y todo fue silencio.
Hoy sobre las piedras de la costa hay un lugar
al que acuden los niños de los alrededores
llenos de olor a gabardina y a pupitre
con ansiedad curiosa. Dicen que en las tardes
cuando el sol raja con sus ígneos bordes el otro azul del agua
un pájaro desprende el vuelo hacia la luz y muere.
Yo he visto la rosa de coral
traspasada sangrando aguas y algas
en el fondo translúcido de la hoya encantada
y he sentido piedad de su gemido de piedra y animal.
Nada ha podido mi pecho frente al paisaje desolado
porque yo soy el pájaro.
Milagros González Pérez (Caibarién, Las Villas, 9 de septiembre de 1944-Ciudad de La Habana, ¿?, 1993). Poeta, narradora, promotora, guionista. A los cuatro años de edad fue con sus padres a vivir a Venezuela. Por decisión paterna, regresó sola a estudiar a Cuba en el colegio Las Hijas de la Caridad. En 1961 decidió permanecer definitivamente en su país de origen, dejando de estudiar e incorporándose a la vida política. En 1965 terminó el quinto año de bachiller en Ciencias y Letras. En 1966 ingresó en la universidad de La Habana para estudiar periodismo, que interrumpió por otras tareas. También comenzó la carrera de Sociología, sin poderla concluir. En 1971 se trasladó a vivir en Isla de Pinos, y allí mantuvo su residencia hasta 1981. En 1987 la Editorial Letras Cubanas, publicó Soportar las orugas, su único cuaderno de poesía édito. Trabajó en el ICR, como escritora y directora de programas. Obtuvo mención en poesía en el Encuentro Nacional de Talleres Literarios de 1975. Perteneció a la Comisión de Historia, en el equipo que estudió la etapa 1952-59 en Isla de Pinos, fuera y dentro del Presidio Modelo. Miembro fundadora de la Brigada Hermanos Saíz en Isla de Pinos, territorio donde desarrolló una notable labor de promoción cultural. Los textos han sido tomados de Me sobra un poco el aire, selección de su obre édita e inédita realizada por el poeta y ensayista Roberto Manzano, publicada por Ediciones El Abra en el 2018.
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