LA SENSIBILIDAD DE LA AURORA

Es un placer enorme conocer y admirar a Alondra Badano, uruguaya de nacimiento, panameña auténtica, cubana de corazón, nuestramericana grande, como debiéramos llamarnos en honor a José Martí. En el teatro, en la narrativa, en la poesía, Alondra muestra su versátil talento para las formas y asuntos de nuestra América. Quien haya leído sus cuentos sabe con qué vigor entra en el sustrato de la gente común, y la solidaridad profunda que muestra con sus desgarraduras y asfixiantes entornos. Pero su adhesión apasionada con los de abajo, con la gente que sufre y ama en los más desamparados estratos sociales, no implica jamás olvidar las rigurosas leyes del arte, que piden vigor y eficacia en la representación, síntesis y plasticidad, simetría y verosimilitud, imaginación y trascendencia. Leerla en cualquiera de los géneros que incursione es una especial aventura del espíritu, siempre ansioso de penetrar en los enigmas de la naturaleza, de la sociedad, del pensamiento. Su vena dramática, no solo presente en los predios escénicos sino también en sus relatos y poemas, compone su representación de la realidad como arena agónica, como encuentro violento entre fuerzas que intensifican sus conflictos. Y nuestro mundo, escindido hasta la médula, henchido de desequilibrios e injusticias, le ofrece material abundante, que ella trabaja con acierto, en fervoroso silencio.

En la antigüedad se llamaba poeta a todos los que recibían el don supremo de las musas, aunque no fueran esencialmente mentalidades líricas. Según nuestra actual concepción del poema se ha contraído el término de poeta para aquellos que elaboran pequeñas piezas subjetivas, de índole emocional, sobre todo en verso, y que implican una representación aguzada del mundo interior. Visto así, los cultivadores de otros géneros no pueden alcanzar la condición de poetas. Sin embargo, los lectores sabemos que no todos, pero algunos extraordinarios cultivadores de otros géneros, por la fabulosa altura y coherencia que logran en la pintura de una cosmovisión, son sustancialmente grandes poetas. Y que algunos poetas desenvuelven frisos narrativos de gran poder artístico, pues aman las secuencias de causas y efectos, las pinturas de acciones y las referencias de ambientes, y componen con estos elementos, aparentemente de otros predios, prolongadas y dinámicas cosmovisiones de la historia del hombre sobre la tierra. En época en que el posmodernismo, amante de los cruzamientos genéricos y de los intercambios instrumentales, domina la sensibilidad de muchos creadores, parece existir una circunstancia especial favorecedora para exploraciones de mayor sincretismo expresivo, como lo fueron los tiempos primigenios de las comunicaciones poéticas. Y en artistas como Alondra Badano, que aman varios géneros por igual, y a veces temen entrar en alguno de ellos —que consideran tácitamente más sublime— como es el caso de la poesía lírica, palpita con fuerza ese estadio prístino de la cultura, en que lo importante de la elocución no estriba solamente en el cumplimiento de ciertas normas y estructuras de identidad formal, sino sobre todo en la capacidad para representar según las leyes de la belleza la verdad de un mundo que los estremece y compulsa hacia la comunicación. Y ciertamente que la poesía es la más sublime de las artes, pero ella no solo habita en la poesía que hoy identificamos en el poema lírico, sino que es la almendra espiritual más alta que puede alcanzar cualquier acción o palabra humana. Así que los poemas de Alondra Badano que hoy comentamos con estas líneas poseen esa dualidad del que viene enriquecido de otros géneros y entra con esos recursos en el reino lírico, pues su experiencia teatral y narrativa es vigorosa y atraviesa profundamente su experiencia humana. Siendo poeta en aquellos géneros, sus textos poéticos —donde no se ve directamente, pero sí de manera inteligible— parecen dudar en el escogimiento de procedimientos específicos, como quien teme al sincretismo, aunque salen airosos inmediatamente de la momentánea cavilación, pues la subjetividad poética les pertenece enteramente, al entroncarse con esas finas almendras de espíritu de donde mana siempre, imperturbable y abundante, la poesía. La poesía es la actitud altamente humanizadora que sabe ganar la más honda socialización con la inscripción de imágenes introspectivas en la secuencia lingüística.

Esa actitud mental rige la mirada de Alondra Badano, como puede verse en sus textos líricos, que muestran la riqueza de su mundo interior, lleno de simpatía por lo mejor humano. Así trabaja la evocación de instantes fugacísimos de su vida, que le dejaron fuerte impacto por disímiles razones, y en cuyas imágenes se aprecia aún la viveza de los sentimientos y el carácter relicto de las emociones; o pinta escenas, sucesos, anécdotas, caracteres, que contemplados un día han dejado en ella una impronta muy importante en su intelección del mundo, desde todos los ángulos, tanto racionales como intuitivos; o filtra emocionalmente los paisajes y rasgos de las diversas culturas que ha tenido el placer enorme de conocer y comprender, hacia las cuales siente un fino sentido de pertenencia, como patria íntima o grande que compartir con los demás; o muestra sus antipatías, adhesiones, distancias, como ciudadana de este mundo convulso, cuyo veloz deterioro lo empuja hacia un abismo que la poeta quisiera impedir con sus sensibles advertencias. Las líneas acuden a los versículos libres, flexibles en su descenso súbito o alargado a través del poema, sin miedo a las referencias inmediatas, sin cuidarse mucho de las músicas y las pautas simétricas, sino con el deseo de la comunicación desembarazada y auténtica. Así que el oído hecho a celdillas sonoras, a expectativas silábicas, a diseño apriorístico de formas, no encontrará en estos poemas sino la desnudez sin bridas de lo que la inspiración aconsejó representar en la pintura del mundo interior, de cuya urgencia y legitimidad humana dan fe profunda. Están en la poesía original, en la más alta, en la que ya no cree sino en las nueces profundas del espíritu, y cuya sensibilidad auroral muestran con suma fuerza. La alondra es el símbolo de la aurora, y los versos de Alondra Badano —en absoluta correspondencia con su luminoso nombre— se encuentran en esa misma punta febril del día en que el sol discute con la luna el dominio de los ojos deseosos de belleza, claridad y justicia del ser humano.

ROBERTO MANZANO. Poeta y ensayista cubano (Ciego de Ávila, 1949).

Escrito en El Canal, junio de 2010. Enviado a la autora para su publicación promocional en Panamá, en el 2011.

 

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