EXPERIENCIA DE LA POESÍA

María Iluminada González es poeta permanente. Su modo de vivir, de procesar la experiencia, de desplegar los episodios que constituyen el destino, atraviesa la sensibilidad particular del poeta, que asciende siempre desde la sensación al símbolo procurando alcanzar los hilos invisibles del sentido.

La vida del poeta no tiene por qué ser, y en muchas ocasiones no lo es, extraordinaria: lo portentoso resulta ser esa obligación íntima de instaurar un testimonio duradero que siente opresivamente la vocación poética. Verter para la comunicación —con mayor frecuencia, para la autocomunicación— la sustancia agitadora de lo vivido.

Claro está, la vocación puede estar enamorada de la gloria de su arte, pero lo que absorbe y empuja de verdad es la urgencia humanísima del vertimiento. Siendo de naturaleza especular, pues muestra un paisaje interior, su proyección determinante es transfigurativa. El ejercicio de la poesía transfigura el alma. A través de ella, el alma se conecta y asciende.

Un libro de poesía, entonces, cuenta de manera transfigurada la experiencia más intensa de vivir por un alma sacudida. Hay, es indudable, un misterio en ese ministerio. Se trata de que vivir es un milagro que sucede sin espectacularidad alguna, y el poeta quiere dar razón del carácter asombroso que exhibe ese habitual sortilegio.

Por supuesto, estamos hablando de poetas fascinados por la práctica de estar vivos, llenos de temblores y pasiones, de nostalgias y deseos, y no de los poetas que anhelan ser vistos a toda costa por los corrillos artísticos y políticos. Estos lanzan formas y alusiones provocativas, y aquellos se sumergen en cauces y corrientes expresivas de viva intensidad.

María Iluminada González es poeta de este carácter, y en sus textos palpita la privativa condición de un ser que bucea en sí mismo, en medio de una compleja e inolvidable trama vivencial, y que siente el misterio y el milagro de lo que la hora y el año atesoran en los depósitos siempre insaciables y espejeantes del alma.

Allá dentro, con la honradez y gracia del que comunica solo sustancias libres ya de coyunturas y ambiciones, su estro lírico se afana con las cepas vibratorias de los símbolos, con la fluencia emblemática de lo que cada persona siente como suyo, y es, por consiguiente, patrimonio plural y durable de todas las otras personas prevenidas en su soledad acompañada.

El lector del presente volumen tiene en sus manos una cadena de peripecias de ese complejo viaje interior, pintada con lealtad y sabiduría instrumental, y ha de entrar con la suficiente energía receptiva para que cada poema se abra como una flor de solidaridad íntima. Al tocar cada línea, bajo esa actitud osmótica, sentirá la calidez e inquietud de su entrega.

ROBERTO MANZANO. Poeta y ensayista cubano (Ciego de Ávila, 1949).

Escrito en El Canal, enero de 2013. Prólogo para un libro suyo de poesía publicado por Ediciones Unión en el 2013.  

 

ENTRADAS MÁS LEÍDAS

Imagen

ERNESTO