ÁNGELES, NIÑOS Y SERPIENTES EN LA SED DE DIEGO PONCE

Mostrándose lacónicos, como piezas labradas con calma y escogimiento, los poemas de Diego Ponce contenidos en su libro Serpientes para mi sed (Ediciones del Rincón, Uruguay, 2014) crepitan y estallan como fósforos contraídos.

La brevedad que los caracteriza, sus abundantes espacios interestróficos, la tendencia a organizarse en emisiones de cuatro versos, el rápido tránsito de una línea a otra, son procederes que ofrecen a sus composiciones velocidad y síntesis.

Adentro, en el universo psíquico que cada una de esas composiciones y la atmósfera general del libro crean al enhebrarse eficazmente, se representan dinámicos estados de conciencia, que tienen que ver con el caos, la violenta melancolía del que recuerda o lanza el deseo hacia lo imposible.

Las escenas son de alta temperatura, trazadas con pasión contenida, y extraídas de la nostalgia más oscura, de la pasión que con pértigas de oniria salta hacia horizontes místicos, donde ángeles y mujeres adquieren una coloración instintiva y abstracta.

Su imaginación, muy viva, cargada de un aluvión de imágenes de la infancia, a veces recuerda la visualidad de Rousseau el Aduanero, y un aire permanente de decadentismo simbólico recorre su sistema expresivo.

La infancia, el amor, el probable desvarío, la pulsión de vigorosa oniria, la ansiedad del sexo, la oscura sensación de los límites, la salvadora presencia de los ángeles, la expansión de la muerte, son flujos temáticos que van y vuelven, aunque prefieran acumularse más en alguna sección del libro que en otra.

Diego Ponce exhibe, a pesar de su juventud, una magnífica habilidad para contener el mensaje en una pieza de económica parsimonia que esconde un ebullir de sentimientos y sacudidas psíquicas. Es dueño de su decir, porque vive comido por un ansia de belleza que no conoce descanso.

Serpientes para mi sed es una hermosa tentativa de equilibrio donde realmente no lo hubo, y el logrado testimonio de un triunfo sobre los más especiales cambios de conciencia. La poesía salva, comunica, crea una comunidad delicada y profunda entre los seres humanos sensibles. El poeta uruguayo Diego Ponce es un joven maestro, que ha salido airoso en empeño tan difícil.

ROBERTO MANZANO. Poeta y ensayista cubano (Ciego de Ávila, 1949).

Escrito en La Habana, en junio del 2016. Enviado al autor para su publicación promocional en Uruguay, en el 2016.

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