LILIANA RODRÍGUEZ: EL AGUA ASCENDIENDO EN SU TORRENTE



Sabido es que la poesía, más que responder, formula preguntas, y en ese indagar reside su potencia para exorcizar miedos, dudas, incertidumbres y otros fantasmas que suelen acosarnos desde la infancia a la adultez, cambiantes e iguales como la vida. La poesía puede ser, también, un método de conocimiento. Ella es capaz de delinear lo que no sabemos conscientemente, proporciona elementos necesarios para tratar de advertir la realidad, y aunque no alcance a lograr tan ambicioso empeño, satisface, en parte, ese anhelo que acompaña a los seres humanos, mayor en la medida en que este cuestiona y sopesa dicha realidad. Esto podría, quizás, explicar por qué algunos poetas, desde muy jóvenes, escriben con una profundidad y madurez que sobrepasa sus vivencias.

Liliana Rodríguez es una poeta que desde su más temprana adolescencia ha asombrado a quienes la conocen, primero como improvisadora de la décima, con una calidad que le ha hecho conquistar lauros importantes en este ámbito, y luego en la décima escrita, en la que también ha obtenido reconocimientos. Sin embargo, no se detiene en esta estrofa su creación: muestra dominio y autenticidad en cualquiera de las formas del verso que cultiva y sus referentes culturales —la Biblia, Mozart, Vallejo, Neruda— confirman que tiene muchas lecturas bien asimiladas, que no son mero regodeo en nombres de universal consenso. Ella los trae al presente, los sienta junto a su mesa de escribir, los pone a dialogar con el lector. Cuando habla desde sí misma, en tono íntimo y personal, habla también desde y para ellos. Sus textos, cargados de imágenes visuales, táctiles, sonoras, expresan sus angustias, sus dudas, y a la vez las de sus semejantes, conocidos o desconocidos. Por eso, los versos de esta muchacha deseosa de mundo, abanderada de la utopía, ya tristes o felices, irreverentes o temerosos de Dios, cargados de ironía o compasión, de seguro no pasarán inadvertidos dentro del ya notable conjunto de la actual poesía cubana.



Reyna Esperanza Cruz







IMPERFECTA GEOMETRÍA







Todo círculo tiene su centro

un centro que evidentemente

es la matriz del círculo

sin precisión posible la busco

violentar las leyes es divertido

y uno puede danzar sin saber

sobre qué planicie danza

uno puedo destejer un ovillo

y conocer el camino de vuelta

pero nunca el centro

nunca sin los cálculos precisos

todo círculo tiene su radio

su diámetro

su cuerda

elementos que hallan un lugar geométrico

un lugar adecuado dentro de su incorpórea redondez

desde esa perspectiva yo soy un círculo

mi útero es el centro

la única matriz reconocible

que continúa aún sin procrear.









UN ÁRBOL







El patio del vecino

persiste en la memoria como una imagen degradada

allí permanecía un viejo árbol seco

que yo amaba

sus ramas torcidas envolviendo el vacío

era un árbol mediano

no tan pequeño como las nueces que rompo en mi boca

ni tan enorme como el universo mismo

era un árbol obligatorio

los pájaros venían a detenerse en sus ramas

modulando el silencio de las tardes

en que yo me sentaba a mirar mi árbol por encima de la cerca

a romper los ruidos contra su estructura

pero mi vecino se dio cuenta de que yo amaba su árbol

y lo cortó de un hachazo

como quien corta el presentimiento de la vida.









PROYECCIÓN DE LA PARÁBOLA AL VACÍO







Muchas veces he sostenido el cuchillo

lo he puesto sobre mis muslos

para sentir la frialdad del acero

lo he alzado sobre mi cabeza

para ver el sol posarse sobre el metal apagado

lo he rozado contra mi dedo escuálido

cuando corto las cebollas

para ver mi sangre descender por su estructura

muchas veces he sostenido el cuchillo

sostener el cuchillo es bueno

siempre y cuando sepas

qué hacer con él.









EL TERCER OJO







Cierro los ojos

miro hacia adentro queriendo ver

lo que aún no he visto

en resistir está toda mi búsqueda

toda mi contemplación

pero el vacío es abrumador y sistémico 

como una ola de constantes traslaciones

el vacío es superior a mi esperanza

nada hallo más que la oscuridad y el desarreglo

más que las cosechas de la reflexión

nada hallo

pero no abro los ojos

aprieto duro los párpados

reduzco la energía de mi cuerpo hacia ellos

no en el dolor de lo que aún no he visto

sino en mantener los ojos cerrados

está mi resistencia.









LOS SIETE MARES







Si yo tuviera un barco

podría surcar los siete mares inesperadamente

y habría palmos de tierra esperando por mis pisadas

y sirenas enamorando mis oídos

y un mapa nutriendo el sentido de mi bitácora



pero la vida es una redundancia

un cortejo tremendo de faltas y deserciones

que golpea y deshace

por eso no tengo barco

soy pobre como los pescadores de orilla

no conozco las aguas indistintas del mundo

pero comprendo que en algún recodo

todas las aguas se fusionan

en el infortunio de la humedad y la tormenta

cuando voy a la orilla de mi bahía

y toco el mar

el mundo continúa teniendo siete mares

que caben

en la palma de mi mano.









ANALOGÍAS



Yo conozco tus obras, he aquí,

he puesto delante de ti una puerta abierta,

la cual nadie puede cerrar

Apocalipsis 3:38



Si decides cruzarla, hazlo pronto:

que la puerta no espere por tu impulso

de hombre asustadizo, de hombre insulso.

Que la puerta no sepa que eres tonto.



Que le temes a Múnich, a Toronto, 

a Luxemburgo, a Londres, a Moscú.

Que nadie entiende el odio como tú.

Que no quieres morirte. Que es muy pronto.



Que le temes al paso del olvido,

a New York, a Buenos Aires, a Varsovia.

Que aún a los cincuenta buscas novia,



porque la soledad te ha preferido.

Que la puerta no sepa de tu ruido.

Que la puerta no sepa de tu fobia.



Si decides cruzarla, es tu problema.

Que no te obligue el tiempo a dar el paso

concluyente. Que el último balazo

no congele la sangre en tu sistema.



Que no sospeche que eres un esquema,

una línea que va desde el comienzo

sin contorno visible. Que el incienso

te desgasta la piel, aunque no quema.



Que eres apasionado de internet.

Que sigues la trazada geometría.

Que le temes a Mónaco, a la Vía



Apia, a Gibraltar, a Budapest.

Que no sepa que acotas sobre el set.

Que el libreto no sacia tu ambrosía.



Si decides cruzarla, será tarde.

Tus manos temblarán como temblaron

las manos de los héroes que fallaron

y ostentan la medalla del cobarde.



Quizás debas arder como ahora arde

a barlovento el fuego inquisidor.

Quizás el miedo suene abrumador

si no tienes un Dios que te resguarde.



Quizás debas portar un amuleto

en el exilio de las alabanzas.

Quizás debas corear aquellas danzas



oscuras y felices del secreto.

Si no tienes valor, quédate quieto.

Tú y la puerta esconden semejanzas.









CIERTAS AFIRMACIONES







La patria es una marca que se queda

después de los borrones y el destierro.

Una cárcel sin rejas. Sin encierro.

Sin probabilidad de que suceda.



La patria es respirar aire difuso.

Aire que se dispersa y que limitas.

La tierra donde naces. Donde habitas.

Donde por gravedad un dios te puso.



Si te vas alejando ella te observa.

Ella tiene conciencia. Ella te sabe

cada secreto ambiguo. Cada clave.



Cada porción de sueño y dignidad.

La patria es un camino que conserva

huellas de sangre y de felicidad.









DALE CARNEGIE



El éxito es tener lo que quieres.

 La felicidad es querer lo que tienes.



El éxito es un circo. Una parodia

de escasos personajes. Una saga

donde al final el reflector se apaga,

y comprendes que el público te odia.



Un laberinto. Un puño. Una salmodia

repetida en la lengua del traidor.

No eres el guionista ni el actor.

No escuchas el final de la rapsodia.



Eres un elemento. Una partícula

compuesta por neutrones y protones.

No hay risas en tus labios. No hay razones



para esta desconfianza tan ridícula.

La vida no es el acto que supones

como el final feliz de la película.









LA RARA CEREMONIA







Yo pude ser feliz, como pudieron

ser felices las brujas en la horca

de Salem. Como Nietzsche. Como Lorca.

Como los hombres necios que cayeron



en la Gran Depresión, que se extinguieron

dentro de una burbuja iridiscente

(ni lúcida, ni parva, ni indolente),

y por sobrio temor jamás salieron.



Yo pude ser feliz como la espuma

que se desaparece, que se esfuma.

Como el agua ascendiendo en su torrente.



Como Beethoven. Como la Gioconda.

¿Se aprende a ser feliz? Nadie responda

porque nadie es feliz completamente.



Ni las aguas ingrávidas del Sena.

Ni las luces sarcásticas de Tokio.

Ni el orador de torpe soliloquio.

Ni el juez que dicta, parco, la condena.



Ni Luzbel. Ni Picasso. Ni Mahoma.

Ni el cura arrodillado ante el altar.

Ni los peces plateados bajo el mar.

Ni la estatua de sal frente a Sodoma.



Estar feliz es extraviar la llave

cuando el encierro menos se resiste.

Estar feliz también es estar triste.



Llorar hasta perder el ritmo grave,

el ritmo tembloroso de quien sabe

qué es la felicidad, en qué consiste.



Yo pude ser feliz sin los escándalos

de la prole voraz, sin torpes ruidos.

Como los tontos. Como los perdidos.

Como los cínicos. Como los vándalos.



Yo pude ser feliz como las tardes

de juerga frente al mar de los caídos.

Como los santos. Como los vencidos.

Como los falsos. Como los cobardes.



Yo pude ser feliz al paso atroz

de algún baile prohibido y de la gente

que rompe su dolor contra el poniente.



Yo pude ser feliz como lo es Dios,

sin guardar indulgencias en la voz:

pero nadie es feliz completamente.












Sinfonía nº 7 en re mayor



La vida es un suceso tormentoso

que a intervalos se vuelve inofensivo,

pero su realidad no es estar vivo.

Vivir es asomarse siempre al pozo,



halar el agua fresca en la garganta,

sorber la mansedumbre del reposo.

Vivir es una culpa sin acoso.

Saber que bajo el túnel alguien canta



en la solemnidad de su armonía.

Saber que las salidas no son muchas.

Que el canto te seduce y que lo escuchas.



Saber que los acordes del concierto

te inducen en su pétrea melodía.

Que el músico te engaña. Que no es cierto.









RESURRECCIÓN DEL POLVO







Quién dice que el polvo ha muerto

en la tumba del camino,

si viaja en un remolino

de sombras hacia el desierto.

Si mis pasos son el puerto

donde un sol de polvo agita

sus ondas, si nos visita

la realidad con su luz,

mi alma sucumbe en la cruz,

pero el polvo resucita.



Quise que el polvo tejiera

la visión del caminante,

pero en un sitio distante,

el insomnio siempre espera.

El polvo es otra manera

para existir. ¿Qué seremos

sin el polvo que traemos

en nuestros pies agotados?

Del polvo fuimos tomados

y al polvo regresaremos.



Quién dice que nuestro viaje

es el sol que nadie ve,

si somos el polvo que

le da pureza al paisaje.

Nubes de polvo que traje

para un cielo en las mejillas,

su fantasma en las orillas

del desarraigo. He sentido

un aguacero de olvido

doliéndome en las costillas.



El polvo no tiene hermanos;

bajo los pies del viajero

está su casa. Prefiero

la suavidad de sus manos

si por parajes lejanos

no hay suerte ni compañía.

Sólo en su melancolía

dócil, encuentro un después.

Encubre bajo mis pies

sus hambres de lejanía.



El polvo es la rebelión

fragmentaria de mis pasos.

Cuando fluyen los ocasos

se me asfixia la razón,

en esta resurrección

del polvo y la madrugada.

Las piedras no indican nada

en su andar por el vacío;

me disipo sobre el frío

inflexible de su espada.



El polvo fue mi soldado

en la guerra con el viento,

arrancó del firmamento

el fulgor. De mi costado,

la inclemencia del pasado.

Hoy ando con su espejismo,

mientras noto en el abismo

su eco taciturno y triste.

¿Será que el polvo no existe

o es que el polvo es uno mismo?



Liliana Rodríguez Peña (Puerto Padre, Cuba, 1991). Escritora e improvisadora. Miembro de la AHS, de la UNEAC, y del Grupo Iberoamericano de Amigos de la Décima Espinel Cucalambé. Es la primera mujer cubana ganadora de un concurso de repentismo, el Concurso Nacional de Improvisadores Chanchito Pereira (2012). Finalista en el II Campeonato Mundial de Pie Forzado Cubadisco-Oralitura (2012) y ganadora del tercer premio en este evento en 2013. Ha obtenido premios y menciones en concursos como Portus Patris, Décima y Tradición (2009), Villazul (2011), Calendario (2013), y Premio Iberoamericano Cucalambé (2013), con el libro Crepusculares, el que fue publicado en 2014 por la Editorial Sanlope. Poemas suyos aparecen en antologías publicadas en Cuba y México.

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